Hay personas importantes para la historia de los deportes. Muy importantes, a nuestro entender. Y Adolfo Cambiaso (quinto) es una de ellas. Ponemos deportes en plural porque no sólo estamos hablando de polo. Más aún en una disciplina en la que se le da relevancia a la herencia genética. Estamos hablando de un hombre y una familia íntegramente relacionada con la práctica deportiva en alto rendimiento. ADN ganador y de competición transmitido familiarmente. Hijo de una nadadora de primera clase, primer campeón nacional de surf, padre del más grande polista que dio el planeta Tierra y un presumido abuelo de todos sus nietos, entre los que se encuentran cuatro ganadores del Abierto (Barto, Jeta, Poroto y Mía).
En su descanso en Punta del Este nos permitió entrar en su intimidad para indagar cuestiones de su propia vida, la familia y el polo.
Se abre la puerta al encuentro con algunos números y un poco de genealogía: “Mi tatarabuelo fue el primer Adolfo Cambiaso, Poroto es el séptimo”, dice, mientras se acomoda para charlar unos largos minutos. “Cuando nació mi nieto, Adolfito me preguntó: “Che, ¿le ponemos Adolfo?” y yo le dije que sí. Es el séptimo y muchas veces lo llamamos “el siete””, prosiguió.
Hablando de nombres, Adolfo, contanos cómo surgió el nombre de la playa Montoya, en Punta del Este, un lugar donde aún se disputan etapas de campeonatos mundiales de surf.
El nombre Montoya surgió porque nosotros veníamos acá antes del 70, cuando sólo había un puente. Veníamos Jorge Azulay, el Tano Pugliese y yo a descubrir olas. Llegamos un día a la playa Montoya, hasta ese momento sin nombre, y pactamos que el primero que agarraba una ola, le ponía nombre a la playa. Yo uno o dos años antes le había comprado una tabla a un americano que se llamaba Joe Montoya. Un día, agarré la primera ola y le puse Montoya. Otro día a en Manantiales, el Tano Pugliese agarró la primera ola y como él tenía un bronceador que se llamaba Bikini, nombró así a esa playa. Así fueron quedando los dos nombres. Lo anecdótico fue que un día vino un hombre que tenía un hotel de nombre “Montoya” insinuando que él había sido quien había nombrado así a la playa en honor a su hotel.
¿Quién era Adolfo Cambiaso a los 10 años?
No me acuerdo mucho cómo era yo a esa edad. Deportivamente arranqué con el golf. Mi padre jugaba en el Hindú Club. Me divertía mucho, pero lo abandoné cuando empezó mi fascinación por el surf. Nos íbamos con Jorge Azulay y el Tano Pugliese por el día a Mar del Plata. Ahí conocimos a Daniel Gil. Al principio, usábamos tablas que nos prestaba él y participamos de un par de campeonatos. Recuerdo que en octubre de 1967 gané el primer Campeonato Argentino. Después me vine a Punta del Este y traje las tablas americanas de Daniel Gil, que acá aun no existían, se armaban tablas de surf con madera. En ese entonces, yo vivía en Buenos Aires y viajaba generalmente a Mar del Plata, donde fueron mis inicios en el surf.El surf se veía mucho en Hawaii, pero en Latinoamérica era una novedad. A esa edad el dinero era un bien escaso para nosotros, para viajar usábamos el auto de Jorge Azulay, un obsequio de su padre. Juntábamos plata para la nafta y nos íbamos por el día a Mar del Plata.
Si te tuvieras que comparar con algún deportista actual en base a cómo fue tu trayecto, ¿cuál dirías?
Es muy difícil para mí elegir un deporte, simpre que practico uno me divierte hacerlo lo mejor que puedo, pero nunca me dediqué a un solo deporte como hizo mi hijo, que es el mejor.
No me puedo comparar con ningún surfista de Hawaii porque son todos buenísimos y llevan el surf en las venas, empezaron con tablas de tres o cinco metros de madera, comenzaron mucho antes que uno.
Indagando un poco por los archivos del diario La Nación, llegamos a una nota que narraba una lista de sucesos deportivos en la vida de Adolfo: llegó al polo de grande y logró los cuatro goles, algo bastante difícil de obtener. De chico fue campeón de natación, también le iba bien en las tablas de kitesurf y fue piloto de aviones pequeños.
¿Por qué arrancaste a jugar al polo?
Empecé a jugar al polo por Martina De Estrada, con quien me casé, y la mayoría de sus parientes eran polistas, los Soldati y los De Estrada jugaban todos al polo. Ella tenía un campo en Vicente Casares, a donde nos fuimos a vivir. Ya cerca de mis 30 años, con Martina creamos una escuela de polo: La Martina Polo Ranch para aprovechar la temporada del deporte, desde septiembre hasta noviembre, período en el que nos visitaban aficionados y profesionales de todo el mundo que venían a jugar y ver los Abiertos. Con Adolfito nos fuimos a vivir ahí antes de que cumpliera el año. En la escuela trabajamos con Horacio Heguy padre así como también con los hijos de Martina, Marcial y Salvador Socas, quien llegó a tener 6/7 goles de hándicap. Cuando Adolfito empezó su carrera profesional en el exterior, me fui de la escuela, ya un poco aburrido del negocio. No tuve constancia con el polo pero me divertía jugar y lo hacía bastante bien por haber empezado tarde.
¿Qué recordás de los primeros pasos importantes de Adolfito?
Me acuerdo que él empezó a jugar con Ernesto Trotz en Estados Unidos. Yo iba con mi madre, que era un crack. Fue campeona de natación y muy competitiva. Yo creo que de esa rama sale la competitividad en la familia.
Hoy el que los conoce puede ver que toda la es muy competitiva y a todos les gusta ganar, ¿se atribuye a eso?
Sí, totalmente. Yo lo atribuiría a la genética de mi madre. Ella era una persona muy competitiva, a tal punto que llevaba todos los papeles y premios que ganaba Adolfito e iba a todos los partidos de él y lo alentaba. Le gustaba mucho ganar. Cuando uno compite juega para ganar, no para divertirse.
Cuando conversamos con Barto le pregunté si creía que padres, hijos y nietos se iban trasladando el tema de las pasiones. ¿Ustedes lo han inculcado o sale natural?
Eso sale natural. Con mis hijos Adolfo y Camila, hacíamos deportes, como el windsurf, porque veníamos a Punta del Este desde el 1988. Dos o tres años más tarde, Adolfito empezó a jugar profesionalmente en Estados Unidos al polo y yo jugaba junto a él. Eran torneos de bajo hándicap, pero los ganábamos todos y después nos íbamos a hacer windsurf a Maui, Hawaii. En esa época, hicimos muchos viajes porque todos los que lo veían jugar, lo querían en su equipo, tal es así que una vez de Hawaii nos fuimos a Malasia porque lo llamó el Príncipe.
Hoy que ves a tus nietos, estrellas mundiales, ¿qué pensás?
Creo que lo mismo que le pasó a Adolfito con Poroto y Mía, le pasó a Camila con sus hijos. Los dos Castagnola, encima tienen el padre que jugó al polo con mi hijo, entonces una cosa lleva a la otra.
Cuando ves que ganan Palermo, el US OPEN, la Copa de la Reina, ¿sentís el orgullo del abuelo?
Yo estoy medio acostumbrado (dice entre risas). Ya es algo normal porque ganan todo el tiempo. Es más, ya ni me pongo nervioso, mi madre se ponía más nerviosa. Si no gana uno, gana el otro.
De todos modos, imaginamos tu satisfacción cuando levantan una copa y vos ves todo el esfuerzo que hay detrás.
El esfuerzo en este deporte y en cualquier otro, es muy importante. Si no te esforzás no le ganás a nadie. También en este deporte es importante el dinero para tener buenos caballos, porque son los mejores caballos los que ganan. Yo viví con eso mucho tiempo, entonces no me extrañó nada que jugarán una final dos en un equipo y dos en otro. Me hubiera gustado que jugaran los cuatro juntos, pero así tienen más oportunidades de ganar, ¿no? Ganan siempre.
¿Tenés amigos que hinchen para un lado o para el otro en la final?
Sí, capaz que sí. Es natural porque tenemos muchos parientes y amigos.
¿Cómo ves el círculo familiar en la época del Abierto? ¿Hay apuestas o tensión?
No, entre ellos no. En ese sentido, son muy profesionales. Si me preguntas quién es el más profesional, Poroto debería ser el menos porque es más chico; Barto y Jeta son un poco más grandes y tienen más tiempo de polo del bueno, pero los tres son grandes jugadores. Eso es fácil de ver por cómo actúan en la cancha bajo presión.
Para ellos es natural decir que es su trabajo, mientras otros chicos de 18 años están empezando recién la facultad.
Ellos están acostumbrados a eso. Primero porque sus padres nacieron con ese trabajo. Al principio Adolfito no era lo que es hoy, eso se fue trabajando, no era familia conocida en el polo. Hoy los hijos tienen a los padres, ambos con mucha experiencia pero aun así deben seguir trabajando.
Cuando se juntan acá en Uruguay, ¿es lindo tenerlos a ellos cuando están fuera de competición, sin presión?
Es lo mismo, pero cuando compiten tenés que tomarte el tiempo de ir al campo. Prefiero que vengan los tres juntos acá, se divierten entre ellos, nos vemos y es como una familia normal.
¿Se portan bien?
Sí, son adultos. Viven viajando por el mundo. Los tres son muy educados. Yo siempre les digo: “la verdad que los felicito a los tres porque no protestan, por más que le hagan lo que hagan, siguen jugando”. Encima se ponen siempre los referees a favor, es una técnica buenísima la que hacen (dice riéndose).
¿Vos usas redes?
Tengo cuenta de Instagram, pero no soy muy bueno en las redes. La uso para ver a mi familia.
¿Te ha pasado de recibir mensajes pensando que sos Adolfito o Poroto?
Sí, creo que sí. Pongo like y listo. No le doy mucha importancia.