Adolfo Cambiaso: 50 años de magia inagotable

Por Alejandra Ocampo

Su figura es tan grande que es de esos tipos que con solo decir su nombre de pila o apodo, ya se sabe de quien se está hablando.

Si uno dice John, Paul, George y Ringo, no hace falta agregar apellidos. Lo mismo sucede con Diego, Lio, Ayrton, Roger, Nole, Rafa, Chueco… Son esas figuras que, más allá de la actividad que realicen, sobresalen tanto, que uno los reconoce sin necesidad de aclarar su nombre completo.

En el polo es Adolfo, Adolfito, Dolfi… Con cualquiera de ellos, sabemos que nos estamos refiriendo al más grande representante de este deporte de su generación, considerado actualmente el mejor polista del mundo, el que logró alcanzar y hasta superar récords del inolvidable Juan Carlitos Harriott y sus hazañas con el legendario Coronel Suárez.

Fotos por Juana Criado

Sección auspiciada por Advanta Semillas



Él es Adolfo Cambiaso, ese flaco oriundo de Cañuelas, en la Provincia de Buenos Aires, un lugar que con su nombre y su prestigio, convirtió en “el” centro de polo.  Ese chico que, alentado por su madre, Martina Estrada, empezó a jugar a los 12 años, en el club formado por su padre, también llamado Adolfo, La Martina Polo Club. Ese chico que quizás nunca imaginó que en 1994, con tan solo 19 años, iba a lograr su primera Triple Corona con Ellerstina, y convertirse en el 10 goles más joven de la historia. El primer gran paso hacia un futuro que probablemente ni él mismo imaginaba.

Hoy, Adolfo Cambiaso está cumpliendo 50 años, medio siglo de vida, con una carrera espléndida, impecable, que le permite a una edad en la que muchos ya optaron por el retiro, seguir jugando al más alto nivel, ganando y compitiendo con ese mismo hambre de gloria de un chico de 20; jugando con y frente a chicos de poco más de 20 años (o menos), y aún deslumbrando con su magia dentro de la cancha.

Hablar de Adolfo Cambiaso en estadísticas y números, de todo lo que ganó – que por cierto, no quedó nada por ganar – es un poco anecdótico. Porque Adolfo Cambiaso es un hombre que trasciende su propio deporte. Es uno de los más grandes embajadores que tiene Argentina en el mundo, una figura que está al mismo nivel que Diego Maradona, Leo Messi, Manu Ginóbili, Guillermo Vilas, Juan Manuel Fangio, Gabriela Sabatini, Gabriel Batistuta, Roberto De Vicenzo, Alberto Demiddi, y por supuesto Juan Carlitos Harriott en su propio deporte. Durante casi 30 años, Adolfito ha llevado la bandera argentina hasta lo más alto alrededor del mundo, convirtiéndose en sinónimo de polo y admirado por deportistas de primer nivel como Roger Federer, sólo por nombrar a uno. La figura de Adolfo Cambiaso genera admiración no solo por sus dotes como jugador de polo o criador de caballos, sino también por su bajo perfil, humildad y carisma.

Y no solo eso. Así, y tras despedirse de sus años en Ellerstina allá por el año 2000, Adolfito crea su propio club, La Dolfina. Un club que, con la salvedad de 2004, es el único que, más allá del resultado, ha estado en todas las finales del Argentino Abierto de Polo; sí, absolutamente en todas las finales del torneo más importante del planeta.  Hoy, La Dolfina es más que un club, es una marca con prestigio internacional, reconocida en todas partes del mundo, y a partir de 2024, comenzó a incursionar con su propio nombre con las “sucursales” en los torneos más importantes del planeta. Así, cada equipo en los que juega Adolfo Cambiaso en la temporada internacional, siempre llevan el nombre de La Dolfina junto al de la organización para la que participa. Como es el caso en Palm Beach, donde al día de hoy, hay dos equipos de La Dolfina – La Dolfina Tamera (con Adolfo) y La Dolfina Catamount (con su hijo, Poroto). Tamera es la organización de Alejandro Poma, y Catamount pertenece a Scott Devon.

La Dolfina es más que un club de polo; también tiene su propia marca de ropa, perfumes, indumentaria para polo y hasta un bar-restaurant ubicado en la zona de Barrio Parque, en la ciudad de Buenos Aires.

El prestigio de Adolfo Cambiaso a nivel internacional, y en su condición de número uno, lo llevó a convertirse en embajador de AlUla, en Arabia Saudita, el magnífico lugar en el desierto donde se encuentran las ruinas de Hegra, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Fue el mismísimo Amr Zedan, el Presidente de la Federación Saudí de Polo, quien designó a Adolfo Cambiaso y a La Dolfina como embajador y representante, como la imagen del lanzamiento y promoción del polo en Arabia Saudita. Cada año, tanto Adolfo Cambiaso como La Dolfina, participan de un extraordinario evento de polo en el desierto que se realiza en enero de cada año, Desert Polo AlUla, en medio de paisajes deslumbrantes. Y allí está él, siempre, mezclado entre la realeza, con jugadores de diferentes países. Adolfo Cambiaso es la vidriera con que el polo argentino se luce y se consolida como el mejor del mundo, y como una marca de lujo en el mundo entero.

Y si nos vamos a los caballos, ¿qué decir? Uno de los primeros amores de Adolfo Cambiaso en este aspecto fue Lobo; luego llegó El Colibrí, aquella yegua con la que convirtió el gol de oro en la final en Palermo de 1997 ante Indios Chapaleufú, cuando aún jugaba para Ellerstina. Tuvo además a uno de los pocos padrillos que participaron de la Triple Corona Argentina, Aiken Cura. Y al fundar su club, vino su propia cría, con el prefijo Dolfina. Es acá cuando nos encontramos con una de las yeguas más legendarias de la historia, Dolfina Cuartetera, considerada la mejor de su carrera como jugador. Durante diez años, Adolfo y Dolfina Cuartetera fueron una dupla imbatible en la Triple Corona, la compañera ideal para Cambiaso dentro de la cancha. Dolfina Cuartetera se retiró en 2015, pero tuvo un breve retorno en Palermo, en 2017, cuando Adolfito celebró sus 100 partidos en la Catedral. Pero, pese a que lamentablemente se fue en mayo de 2023, en el campo de los Cambiaso en Córdoba, no solo dejó su legado como una de las yeguas más emblemáticas del polo, sino también innumerables clones. Porque no podía ser otro que Adolfo Cambiaso el innovador, el pionero de la clonación de caballos de polo. Fue el precursor, el primero que se lanzó a jugar la Triple Corona con una yegua alazana clonada, llamada Show Me, en el Abierto de Hurlingham de 2013. De ahí en más, decidió clonar a su yegua predilecta, que hoy tiene más de 20 clones, y por supuesto, cada uno de ellos ganó innumerables premios, tanto en Argentina como en el exterior.

Foto por Juana Criado

Si de premios hablamos, las repisas de las caballerizas de La Dolfina están repletas de reconocimientos y galardones, la lista es innumerable. En la Argentina, ganó 12 veces el Olimpia de Plata al mejor polista del año, lo cual lo hace el máximo ganador del premio con este deporte; hasta que en 2014 logró lo que solamente tenía Juan Carlitos Harriott: el Olimpia de Oro al mejor deportista del año. Juancarlitos y Adolfito son los dos únicos que alcanzaron el máximo galardón para cualquier deportista argentino. Previamente, en 2010, le fue concedido el Olimpia del Bicentenario, al mejor polista argentino de la historia y recibió dos veces el Premio Konex de Platino (2000 y 2010), al polista argentino de la década. En 2017, la Subsecretaría de Deportes de la Ciudad de Buenos Aires le otorgó el Premio Jorge Newbery de Oro, como deportista destacado del año.

Pero detrás de todo gran hombre, hay una gran mujer; suena cliché, pero en este caso es muy cierto. En 2001 se casó con María Vázquez, quien dejó su carrera de modelo y presentadora de televisión para convertirse en el mejor sostén y compañera que podría tener un deportista del nivel. María es una mujer fuerte, con personalidad; el pilar fundamental de la familia y que acompaña siempre a su marido, en las buenas y en las malas, con todo lo que eso implica. Con ella formó una familia con tres hijos: primero vino Mía, luego Adolfo Jr. y finalmente Myla. Los tres heredaron de su padre el amor por los caballos y el polo. Y si bien Mía ya ha ganado torneos importantes, y Myla se destaca con sus dotes de amazona, – sobre todo cuando recorre la pista de La Rural mostrando los caballos de su padre – es Poroto el más destacado de todos ellos.

Ese sueño arrancó allá por noviembre de 2005, cuando estaba ganando un partido del Abierto en la cancha 2, y le avisaron que María estaba pronta a dar a luz. Adolfito largó todo, corrió al sanatorio y, una vez que nació su hijo, volvió a la cancha para ganar ese encuentro. Solo un fenómeno como Cambiaso podía hacer algo así.

Años más tarde, Adolfito cumplió el sueño de jugar la Triple Corona con su hijo; pero no fue suficiente. El highlight llegó en 2022, cuando padre e hijo ganaron en el Argentino Abierto el codiciado trofeo de Palermo: Si bien ya habían ganado en Inglaterra el British Open, Palermo siempre fue un ideal, el sueño de todo polista. Y Adolfo logró con su hijo, de entonces 17 años, algo que solo consiguieron previamente Juan Carlos y Juan Carlitos Harriott, y Antonio y Horacio Heguy.

Adolfo Cambiaso, Adolfito, Dolfi, llegó a la cima no sólo del polo sino también del deporte tanto en Argentina como a nivel mundial. Su nombre, su presencia, es sinónimo de trabajo, excelencia, profesionalismo. Un hombre que cultiva perfil bajo, que apunta a aquello que decía el gran Juan Manuel Fangio: “Hay que tratar de ser el mejor, pero nunca creerse el mejor”. Adolfo es el mejor, pero nunca se creyó el mejor. 

Por eso hoy, con 50 años, y como él mismo dice, más en rol de “asistidor” que aquel goleador que hacía temblar cualquier defensa, marcando 15 o 16 goles por partido, sigue deslumbrando con chispazos de esa magia que parece no agotarse. Amagó con el retiro varias veces pero sigue ahí, firme, para que todos puedan seguir disfrutando de este jugador único y excepcional. Y su próximo desafío es el equipo all-Cañuelas, el único de 40 goles que va a participar de la próxima Triple Corona, La Natividad La Dolfina, con Poroto, y sus sobrinos, Jeta y Barto Castagnola.

Por todo y por tanto, solo nos queda decirte, ¡Adolfito, felices 50! Gracias por tantos años de magia, gracias por regalarnos tu talento excepcional, y sobre todo, por poner a la Argentina en la cima del mundo, no solo como jugador de polo, sino también como hombre, deportista y como uno de los más excepcionales embajadores de nuestro país.